Una vez dentro de la lujosa mansión de su madre y alcaldesa de la ciudad, lo primero que hace el Señor Cuántico es buscar un cuarto de baño donde poder relajar su, hasta el momento, tensionada vejiga. Allí, junto a la puerta hay un portentoso negro vestido de esmoquin mostrando un algodón en la mano:
"Buenos días señor. Me llamo Kunta Kinte Sorpresa. Yo no debería estar aquí, no señor. Yo era presidente absolutista democráticamente elegido del país perdido de Wattussi, de donde son y han sido siempre mis padres, mis abuelos, todos mis hermanos y mis 23 esposas. La cosa es que me fui a dormir hará cosa de dos semanas y por la mañana me desperté en el jardín de este palacio. La señora, ¡qué buena es la señora!, me recogió y me dio Chocapic y un par de tostadas para desayunar. Pero no mantequilla. La pregunté que dónde estaba y ella me dijo que la cuántica me habría duplicado y traído aquí, pero que seguramente también, un tal Virgen del Pompillo habría intercedido para que hubiera llegado tan lejos por alguna misión de carácter divino y no sé que vuvuzelas más. Ahora trabajo para la señora abriendo la puerta del baño cada vez que alguien tiene que entrar. Me dijo que si el Mercadona tiene un mayordomo que les abre las puertas a los clientes, porqué no habría ella, siendo política, ladrona y dueña del cotarro, tener derecho a algo semejante. Claro, yo no puedo hacer nada, pero la señora, ¡qué buena la señora! me ha prometido que me pondrá los papeles en regla para que pueda ser legal y poder volver a Wattussi, pero por ahora solo me ha dado un algodón para que lo pase por el lavabo todos los días y vea que el algodón no engaña. ¿Señor? ¿Se ha meado encima? Kulunguelé, kulungulé".
"Buenos días señor. Me llamo Kunta Kinte Sorpresa. Yo no debería estar aquí, no señor. Yo era presidente absolutista democráticamente elegido del país perdido de Wattussi, de donde son y han sido siempre mis padres, mis abuelos, todos mis hermanos y mis 23 esposas. La cosa es que me fui a dormir hará cosa de dos semanas y por la mañana me desperté en el jardín de este palacio. La señora, ¡qué buena es la señora!, me recogió y me dio Chocapic y un par de tostadas para desayunar. Pero no mantequilla. La pregunté que dónde estaba y ella me dijo que la cuántica me habría duplicado y traído aquí, pero que seguramente también, un tal Virgen del Pompillo habría intercedido para que hubiera llegado tan lejos por alguna misión de carácter divino y no sé que vuvuzelas más. Ahora trabajo para la señora abriendo la puerta del baño cada vez que alguien tiene que entrar. Me dijo que si el Mercadona tiene un mayordomo que les abre las puertas a los clientes, porqué no habría ella, siendo política, ladrona y dueña del cotarro, tener derecho a algo semejante. Claro, yo no puedo hacer nada, pero la señora, ¡qué buena la señora! me ha prometido que me pondrá los papeles en regla para que pueda ser legal y poder volver a Wattussi, pero por ahora solo me ha dado un algodón para que lo pase por el lavabo todos los días y vea que el algodón no engaña. ¿Señor? ¿Se ha meado encima? Kulunguelé, kulungulé".
2 comentarios:
La vida del Señor Cuantico está llena de sobresaltos y hechos extraordinarios, es tremendamente interesante por lo que cada domingo esperamos con alegria ver que le ha sucedido durante la semana.Enhorabuena por enseñarnos esta pequena vida tan divertida.
Buena entrada te ha quedado.
Del país perdido de Wattussi...jajaja
Más que mearse de ganas el señor cuántico debió mearse de risa.
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