Es una noche de tormenta. De esas de rayos, truenos y relámpagos. El Señor Cuántico, alojado en la suite nupcial de la lujosa mansión de su madre, no puede dormir. No es por miedo. Es más bien por el ruido que hacen las personas al caer del cielo. La electricidad y la cuántica, por razones inexplicables para la ciencia, la aritmética y las bellas artes (pero no para las señoras que esperan en la cola de la compra), tienden a no llevarse bien y a provocar catástrofes y situaciones disparatadas con graves consecuencias donde la gente de a pie suele ser la principal afectada. No es la primera vez que el Señor Cuántico ve llover gente. Ya en sus tiempos mozos este era un hecho bastante habitual y sus vecinos, agricultores de opio para el pueblo, se quejaban de que las personas precipitadas les estropeaban las cosechas.
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