domingo, 9 de septiembre de 2012

El Señor Cuántico #52

Era una cosa extraña. Era como si la luz estuviera ausente en este punto. Un punto que al poco, se convirtió en una enorme mancha negra. Luego, esa mancha se transformó en la más real de las pesadillas. Sin querer, había mirado al Gordo Bosón directamente y durante el tiempo suficiente para que su cara se comprimiera sobre sí misma de horror. Como si se hubiera comido los diez mil limones más ácidos del universo a la vez. Tamaña visión acabó violentamente con la vida del camionero y con toda la materia que lo había conformado durante tantos años.

Así fue como nuestros héroes lograron un inesperado transporte que les permitiría llegar a casa. Conducía el Señor Cuántico, que aun sin carné de conducir, era el único capaz de hacerlo. El Gordo Bosón se metió dificilmente en el cajón trasero del camión, que antes hubo de vaciarse de cajas de naranjas, bolsas de polvo blanco (aparentemente tiza) y media docena de legales haciéndose pasar por ilegales. Una pequeña ventanilla permitía a ambos compañeros estar comunicados mientras el camión se arrastraba fatigosamente por la carretera. Estas fueron las últimas palabras que el Señor Cuántico escuchó del Gordo Bosón:

"¿Sabes? Yo soy profesor de educación física. Un trabajo de mierda. Los alumnos se ríen de mí porque no hago nada, pero se levantar mi peso con solo mis manos, y eso no es baladí. Pero no saben reconocerlo ¡Qué sabrán ellos! A veces, a modo de venganza, me como a uno o a dos, total, son tantos nadie lo nota. Y es que yo antes era el director ¿me escuchas? ¡El Director! Sí señor. Flaquito, de etiqueta, con un mostacho robusto y repeinado hacia arriba. Orgulloso de ser el amo del principal instituto ultrareligioso y sectario de la ciudad. Lo único que aceptamos son varones blancos, e incluso entre ellos, hacemos cribas dependiendo del color del pelo, de los ojos y del tamaño de la pilila. Maldigo el momento en que la cuántica me convirtió en lo que soy. Te voy a enseñar mi carné de profesor, que seguro que no me crees. Nadie me cree. Claro, me ven tan gordo que no le ven ninguna lógica. Mira, la foto es de perfil, porque si me la hacía de frente me la cobraban como una panorámica. Pero oye... ¿A dónde vas? Que me he soltado. ¡OYE! ¡QUE SE HA SOLTADO EL CAMIÓN! ¡¡¡QUE ME DEJAS AQUÍ!!!"

Lo que el Gordo Bosón no sabía es que era el Señor Cuántico quien intencionadamente había soltado el cajón abandonando a la enorme bola de sebo a su suerte. Sabía que no había manera de que le cogiera, pero aceleró al máximo esperando perderle de vista cuanto antes.

domingo, 2 de septiembre de 2012

El Señor Cuántico #51

La resaca andaba haciendo mella en su cabeza al despertar, no porque anoche hubiera estado consumiendo productos etílicos y/o estupefacientes, sino porque la cuántica, puñetera ella, no se limitaba a duplicar animales encerrados en cajas de cartón. Creía el Señor Cuántico al abrir los ojos que se había quedado ciego. Ante él solo había oscuridad, mas al desviar la vista, comprendió que la ausencia de luz se debía a que el Gordo Bosón estaba sentado a su lado. Descubrió también que se encontraba tirado en la acera, justo delante del lugar donde antes se había levantado su hotel. Ya no estaba. Pero no solo el hotel había desaparecido, sino todos los edificios de alrededor. Marina Quarks había dejado de existir. Al menos hasta el próximo verano. El segundo Sol, el Sol del verano se había evaporado del cielo y con él las vacaciones. Podría haber sido un verano de tres años, pero solo había durado tres semanas y solo el azar podría volverlo a traer en un futuro inexacto. Claramente, la gente, tal como había venido, se había marchado a sus respectivas ciudades al poco de ocurrir esto. Marina Quarks no tardó tampoco en colapsarse, pues como ciudad de vacaciones que era, su existencia solo era posible durante la existencia de los dos soles. Durante el resto del año, Marina solo era un trazado urbano de asfalto con una sola mohosa y medio derruida casa, el germen del cual surgían el resto de edificios todos los veranos.

"Pues es que resulta que he debido engordar un poco, porque cuando me iba a montar en el Alsa me he dado cuenta de que no cabía por la puerta y eso que lo he intentado de lado, pero ni por esas. Y claro, ya sabes como es la gente de nerviosa cuando se termina el verano. Me han echado a patadas y me he quedado en tierra. Que ni en el maletero, vamos. Luego te he visto que estabas durmiendo y me he quedado esperando a que despertaras. Si por mi fuera me habría ido andando, pero tengo tantas grasas que no puedo mover ni mi propio peso. Puedo rodar, pero el rozamiento es tan excesivo que retrocedo para atrás. A ver si entre los dos podemos solucionar esto y volver a casa".

El Señor Cuántico vomitó.

domingo, 26 de agosto de 2012

Cuántico de Verano #50

A casi 300 kilómetros por hora, al Señor Cuántico le vinieron a la mente recuerdos que creía antaño enterrados. No era la primera vez que se encontraba ante un combate de altas velocidades. Ya en tiempos prepuber había competido a lomos de una vieja bicicleta de paseo contra compañeros de colegio que montaban enormes bicis de montaña. Retado por estos, se dispuso a demostrar que su bici era tanto o incluso más rápida que las suyas. Mas en el momento de la carrera, un doble hizo aparición justo delante suyo chocándose consigo mismo y perdiendo la apuesta. Un mismo suceso ocurriría una década después compitiendo con los mismos compañeros, ahora sí con una bici de montaña pero contra motos de carreras. Y no hubo sino una tercera vez en que siendo probador de Ferrari por un día, estrelló su coche contra un suyo mismo que, una vez más, venía en dirección contraria.

Pasábanle estos recuerdos por la cabeza al Señor Cuántico cuando a lo lejos, tal y como temía, vio aparecer un par de luces. Era él. Otra vez estaba él ahí delante, yendo a toda velocidad contra sí mismo. Pero el Señor Cuántico aceleró. Aceleró más todavía. Se conocía y tenía un plan: no apartarse. ¿Chocarse? Quizás. Pero no fue así, justo en el momento en que parecía que ambos idénticos coches iban a colisionar, el duplicado giró bruscamente a su izquierda llevándose al rival del Señor Cuántico por delante y transformando su sofisticado coche en chatarra. Tal como había previsto, su igual había girado a un lado para esquivarse a sí mismo, pero él, el Señor Cuántico original, esta vez no giró. No intentó esquivarse como había hecho las tres veces anteriores. Y ahí venció no solo a su oponente, sino también a su pasado.

La gente había enloquecido. El Señor Cuántico bajó del coche, chocó el puño con su doble y gritó, sin entender lo que decía, un "tsoi mu loko" mientras se golpeaba el pecho violentamente. Así fue como nuestro héroe se ganó el respeto de los chicos malos de los barrios bajos y como, gracias a esta victoria, el viejo vagabundo perdió un hijo pero ganó un nuevo hígado con perdón.

domingo, 12 de agosto de 2012

Cuántico de Verano #49

Arrastrado por la enorme ola, el Señor Cuántico despierta en un oscuro y desconocido paraje de Marina Quarks. En la lejanía solo se escucha un nada halagueño "chunda-chunda" maquinero. Guiado por la música, llega por fin a una zona iluminada unicamente por neones y teléfonos móviles. Allí encuentra un grupo de jóvenes de camisas anchas, pantalones caidos y gorra vuelta, todos ellos bañados en aparente oro. Al ver llegar al Señor Cuántico comienzan a rodearle y a reirse. El que parece ser el lider del grupo se adelanta al resto y poniendo su cara a escasos centímetros de la de nuestro protagonista escupe: "¿Tukere jipy o jervy?". El Señor Cuántico, confuso ante tan perturbador idioma pone cara rara, a lo que el macho-alfa replica: "¿Tú saeh quién eh mi primo é Mígue?" Una idéntica reacción del Señor Cuántico, incapaz de articular palabra alguna a modo de respuesta, hace arquear las cejas del lider callejero mientra deja entrever varios de sus dientes plateados.

Soltando un gruñido, el individuo da la espalda al Señor Cuántico y tras vociferar varias frases tan capaces de reintegrar al mismísimo Cervantes como las primeras, se monta en un coche tuneado oficialmente por el negro de la MTV mientras es arropado por los vítores de la multitud. En contra de su voluntad, el Señor Cuántico es introducido en otro "buga". Asomado a la ventanilla, un viejo vagabundo bilingüe informa al Señor Cuántico: "Tío, no sé que habrás hecho pero has ofendido al Jonah y te ha retado a una carrera de coches".

domingo, 5 de agosto de 2012

Cuántico de Verano #48

Después de malamente rescatar al Gordo Bosón con la ayuda de varias gruas engrasadas con EPO y arrastrarlo hasta un centro de Reinserción al Uno, el Señor Cuántico se dirige a una de las miles de playas que componen Marina Quarks siguiendo una, cada vez más potente, música pachanguera. Allí se encuentra con cientos de personas en un estado de semitrance animados por el/lo/la famoso/a Dragking África, conocido en el mundo entero por componer la Novena Sinfonía de la Bomba en La bemol" y el "Requiem por Paquito de Chocolatero".

Como bien sabemos, algunos puntos del universo tienen la mala costumbre de verse afectados por determinados comportamientos animales provocando inestabilidades y daños en las membranas que separan las múltiples realidades. La cuántica, a pesar de la tradicional creencia de las personas, no está simplemente para tocar las narices y provocar situaciones grotescas y jocosas, sino que a veces, cuando las cosas se descontrolan, la propia naturaleza hace uso de ella para eliminar cualquier mal que pueda asolar y desestabilizar el universo. Así, y no por primera vez en su historia, los mares de Marina Quarks retrocedieron sobre sí mismos y las partículas de agua comenzaron a duplicarse masivamente y a tal velocidad, que en cuestión de minutos un enorme tsunami arrasó con toda la playa arrastrando la fiesta a unos cincuenta kilómetros al interior pero no destruyéndola, pues la pachanga es indestructible.

domingo, 29 de julio de 2012

Cuántico de Verano #47

A unos pocos kilómetros del hotel donde se hospeda el Señor Cuántico, hay un lugar vallado y vetado para las personas normales. No es más un prado donde hay gente. Gente haciendo cosas. Cosas que se repiten una y otra vez y nunca terminan. El Señor Cuántico y el Gordo Bosón se encuentran en frente de esta extraña zona, que aunque peligrosa, atrae masivamente a los curiosos turistas. "Esta es la zona de la Gente en Bucle. Cuentan las leyendas que existe desde antes del propio universo. Que es una zona donde todo aquel que se interna, queda atrapado por una extraña fuerza física y publicitaria y que comienza a repetir una determinada acción una y otra vez. Ese tipo por ejemplo, lleva dos milenios rascándose el culo y llevándose luego la mano a la nariz para olerla. Pero lo mejor de todo es que esta gente no es consciente de que está dentro de ese bucle, ellos creen avanzar en el tiempo, pero están atrapados en él ¿Sabes lo que te digo?"

"Esta es la zona de la Gente en Bucle. Cuentan las leyendas que existe desde antes del propio universo. Que es una zona donde todo aquel que se interna, queda atrapado por una extraña fuerza física y publicitaria y que comienza a repetir una determinada acción una y otra vez. Ese tipo por ejemplo, lleva dos milenios rascándose el culo y llevándose luego la mano a la nariz para olerla. Pero lo mejor de todo es que esta gente no es consciente de que está dentro de ese bucle, ellos creen avanzar en el tiempo, pero están atrapados en él ¿Sabes lo que te digo?"

"Esta es la zona de la Gente en Bucle. Cuentan las leyendas........".

domingo, 22 de julio de 2012

Cuántico de Verano #46

Le dice el recepcionista al Señor Cuántico, que su habitación está acordonada por la policia y que no estará libre hasta que estos terminen sus vacaciones como el resto del mundo. Que había un guiri que, en un burdo intento de imitar a sus héroes televisivos, saltó desde la ventana de dicha habitación a la piscina del hotel sin tener encuenta que dicha piscina era la de los niños pequeños. También le dice que no se preocupe, que tiene otra habitación para él pero que tendrá que compartirla con otro individuo, que lo siente y que no le quedan más sitios libres.

No teniendo más remedio, el Señor Cuántico es dirigido a su nueva habitación. En ella encuentra a una persona de no mucha estatura pero sí de una desmedida concentración de grasa. Una visión perturbadora hacia la cual el Señor Cuántico, no puede sino apartar la dolorida vista. "Oh. Disculpe usted amigo. Dicen que mirarme es como quedarse ciego y desde hace muchos años nadie soporta tal visión. Me llamo Alb Augusto, pero todo el mundo me llama Gordo Bosón. Y no es que esté gordo, es que todo lo que como se me repite en el estómago. Si me como un trozo de pan, al final es como si me comiera una barra entera. Y cada vez va a peor. Los médicos que he consultado me dicen que tengo que adelgazar pero que en mi caso, siguiendo la regla de que los extremos se tocan, lograré antes mi objetivo si siguo comiendo que dejando de comer".