El metro no para nunca. No existen los frenos. Está siempre en movimiento. Da vueltas y vueltas en su correspondiente línea. Como no tiene un destino, nunca llega tarde. La gente, debe estar atenta y saltar al vagón en marcha cuando este pasa por su estación. Deben hacerlo milimétricamente y acertar en la puerta. Para los jóvenes es como un videojuego. Pero con dolor.
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