Las personas son crucificadas al morir. Los cementerios están llenos de cruces con gente clavada. Las lápidas no existen. La gente no es enterrada en un ataud. Este símil con la muerte de Cristo, dicen, sirve para rendir homenaje a Dios y acercar el alma del fallecido a este. El hedor de los cuerpos en descomposición sirve para no olvidar al difunto.
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