Es una noche de tormenta. De esas de rayos, truenos y relámpagos. El Señor Cuántico, alojado en la suite nupcial de la lujosa mansión de su madre, no puede dormir. No es por miedo. Es más bien por el ruido que hacen las personas al caer del cielo. La electricidad y la cuántica, por razones inexplicables para la ciencia, la aritmética y las bellas artes (pero no para las señoras que esperan en la cola de la compra), tienden a no llevarse bien y a provocar catástrofes y situaciones disparatadas con graves consecuencias donde la gente de a pie suele ser la principal afectada. No es la primera vez que el Señor Cuántico ve llover gente. Ya en sus tiempos mozos este era un hecho bastante habitual y sus vecinos, agricultores de opio para el pueblo, se quejaban de que las personas precipitadas les estropeaban las cosechas.
domingo, 29 de abril de 2012
domingo, 22 de abril de 2012
El Señor Cuántico #40
Una vez dentro de la lujosa mansión de su madre y alcaldesa de la ciudad, lo primero que hace el Señor Cuántico es buscar un cuarto de baño donde poder relajar su, hasta el momento, tensionada vejiga. Allí, junto a la puerta hay un portentoso negro vestido de esmoquin mostrando un algodón en la mano:
"Buenos días señor. Me llamo Kunta Kinte Sorpresa. Yo no debería estar aquí, no señor. Yo era presidente absolutista democráticamente elegido del país perdido de Wattussi, de donde son y han sido siempre mis padres, mis abuelos, todos mis hermanos y mis 23 esposas. La cosa es que me fui a dormir hará cosa de dos semanas y por la mañana me desperté en el jardín de este palacio. La señora, ¡qué buena es la señora!, me recogió y me dio Chocapic y un par de tostadas para desayunar. Pero no mantequilla. La pregunté que dónde estaba y ella me dijo que la cuántica me habría duplicado y traído aquí, pero que seguramente también, un tal Virgen del Pompillo habría intercedido para que hubiera llegado tan lejos por alguna misión de carácter divino y no sé que vuvuzelas más. Ahora trabajo para la señora abriendo la puerta del baño cada vez que alguien tiene que entrar. Me dijo que si el Mercadona tiene un mayordomo que les abre las puertas a los clientes, porqué no habría ella, siendo política, ladrona y dueña del cotarro, tener derecho a algo semejante. Claro, yo no puedo hacer nada, pero la señora, ¡qué buena la señora! me ha prometido que me pondrá los papeles en regla para que pueda ser legal y poder volver a Wattussi, pero por ahora solo me ha dado un algodón para que lo pase por el lavabo todos los días y vea que el algodón no engaña. ¿Señor? ¿Se ha meado encima? Kulunguelé, kulungulé".
"Buenos días señor. Me llamo Kunta Kinte Sorpresa. Yo no debería estar aquí, no señor. Yo era presidente absolutista democráticamente elegido del país perdido de Wattussi, de donde son y han sido siempre mis padres, mis abuelos, todos mis hermanos y mis 23 esposas. La cosa es que me fui a dormir hará cosa de dos semanas y por la mañana me desperté en el jardín de este palacio. La señora, ¡qué buena es la señora!, me recogió y me dio Chocapic y un par de tostadas para desayunar. Pero no mantequilla. La pregunté que dónde estaba y ella me dijo que la cuántica me habría duplicado y traído aquí, pero que seguramente también, un tal Virgen del Pompillo habría intercedido para que hubiera llegado tan lejos por alguna misión de carácter divino y no sé que vuvuzelas más. Ahora trabajo para la señora abriendo la puerta del baño cada vez que alguien tiene que entrar. Me dijo que si el Mercadona tiene un mayordomo que les abre las puertas a los clientes, porqué no habría ella, siendo política, ladrona y dueña del cotarro, tener derecho a algo semejante. Claro, yo no puedo hacer nada, pero la señora, ¡qué buena la señora! me ha prometido que me pondrá los papeles en regla para que pueda ser legal y poder volver a Wattussi, pero por ahora solo me ha dado un algodón para que lo pase por el lavabo todos los días y vea que el algodón no engaña. ¿Señor? ¿Se ha meado encima? Kulunguelé, kulungulé".
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domingo, 15 de abril de 2012
El Señor Cuántico #39
Sin carné de conducir por sucesos anteriormente descritos, el Señor Cuántico no tiene otra opción que utilizar el transporte público para poder llegar a la casa de su madre que, desde que ganó las elecciones a alcaldesa de la ciudad, ha trasladado su residencia a una mansión renacentista alejada del mundanal ruido de la urbe. Así, tras pagar el desorbitado precio del billete, el Señor Cuántico se sienta en el único sitio libre que queda en el autobús. A poco de esto, una centenaria señora mayor de columna curva y bastón en mano, sube al mismo transporte. El Señor Cuántico, que además de señor es un caballero, no duda en dejar su asiento libre para que se siente la anciana. Mas no contaba que al levantarse, se duplicaría y volvería a aparecer sentado. Viendo la situación, no duda en pegar una colleja a su idéntico (osease, a sí mismo) para que también se levante. Al hacerlo, un tercer igual aparece en el asiento despejado. La cosa se prolonga hasta que el autobús, a reventar de Señores Cuánticos, llega a la ostentosa mansión de su única madre, que empieza a repartir besos a todos sus hijos conforme van descendiendo. De la centenaria abuela nada más se supo, aunque los más viejos del lugar dicen que la cuántica se la llevo al cielo para evitar ser aplastada por las múltiples copias de nuestro bienintencionado protagonista.
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domingo, 8 de abril de 2012
El Señor Cuántico #38
Las zonas de inestabilidad cuántica han sido lugares normalmente evitados por parte de las empresas y los locales debido a las altas posibilidades de ser afectadas por la gracia cuántica, mayoritariamente antiproductiva para los diversos dueños de los negocios. No lo ven así los denominados Buffets Libres, que precisamente se aprovechan de este descontrol físico para sacar adelante su "paga una vez y come hasta reventar". Gracias a los últimos avances tecnológicos de control del descontrol, se ha conseguido crear flujos de inestabilidad dentro de estas zonas de tal forma, que pasando estos ríos cuánticos a la altura de los estómagos de los comensales, se vuelve a reaparecer en el plato lo ya comido. Así, los gastos se reducen a un solo plato y no deja de cumplir el lema de "comer hasta reventar".
Algunos entendidos dice que es regurgitar lo comido pero sin daños para el tubo digestivo. Comer una cosa deliciosa dos veces sin riesgo a que un segundo plato de la misma comida esté por debajo de la intensidad gustativa del primero. Una apuesta segura en medio de un alambre colgado entre dos rascacielos de un centenar de pisos.
Algunos entendidos dice que es regurgitar lo comido pero sin daños para el tubo digestivo. Comer una cosa deliciosa dos veces sin riesgo a que un segundo plato de la misma comida esté por debajo de la intensidad gustativa del primero. Una apuesta segura en medio de un alambre colgado entre dos rascacielos de un centenar de pisos.
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domingo, 1 de abril de 2012
El Señor Cuántico #37
Es un día de estos en los que el Señor Cuántico se ha visto obligado a coger el coche por circunstancias que carecen de interés. Nuestro protagonista circula con relativa facilidad. Apenas hay tráfico en la carretera. Así, hasta que de repente llega a un atasco monumental. Un atasco producido por sí mismo. Por su propio coche duplicado decenas de veces. La policía, que es muy lista para estas cosas, se suele aprovechar de estas situaciones para hacer caja y mantener sus cuentas saneadas. En menos de cinco minutos, más de cincuenta miembros hacen presencia en la zona y comienzan a colocar multas a cuantos coches puedan antes de que estos desaparezcan de la misma forma que aparecieron. Es una lucha contrarreloj para poner cuantas más multas mejor. Y por misterios de la física, y esto siempre es así, cuando los coches duplicados desaparecen, las multas no lo hacen y se acumulan todas en el coche original o restante. Así, el Señor Cuántico ha terminado por encontrase con más de un centenar de multas y un balance negativo de puntos en su carné de conducir.
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