domingo, 20 de mayo de 2012

El Señor Cuántico #44

A altas horas de la madrugada, en ese momento en el que cualquier tipo de celebración se transforma en esperpento, ocurrió lo que todo el mundo sabía que había de pasar. Nadie les dijo a los invitados que una de las múltiples dimensiones que componen ese venenoso majar denominado Vichyssoise (plato entrante, bebida y postre oficial de cualquier celebración religiosa), se basaba en una gruesa capa donde se mezclaban unas gotas de whiskey añejo pleistoceno y abundante alcohol del botiquín para las heridas. Una pequeña sutileza del chef.

Con lo cual, no tardó en levantarse el típico invitado gordo con la corbata atada a la cabeza, que habiendo perdido cualquier tipo de conexión lógica con la realidad y el espacio-tiempo, comenzó a gritar que la novia bailara "la pelusa". Por supuesto no reparó en ningún momento que no estaba en ninguna boda y que no había novia alguna. Pero como todo el mundo estaba tanto o más perjudicado que el osado retador, no tardó en formarse una conga con gente pedo bailando "la pelusa". Mas la cuántica es inestable ante estas penosas situaciones y no tardó el disco (porque para la aristocracia el cantar es una cosa deshonorable propio de las clases bajas) en comenzar a repetirse una y otra vez. Contagiose de las repeticiones la susodicha conga, que comenzó a duplicarse y a hacerse más grande conforme más reinicios pegaba el disco. Así, comenzaron a formarse fractales matemáticos de gente bailando la pelusa y no tuvo el ejercito sino que bombardear el salón de ceremonias para evitar que la cosa se descontrolara muy a pesar de la alcaldesa y madre del Señor Cuántico, que insistió en que la explosión destrozaría las rosas que había plantado en el jardín.

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