Medio muerto, el Señor Cuántico es conducido al hospital. Los doctores, viendo su lamentable estado, se lo llevan rápidamente a quirófano. Tienen que operar. No saben qué, pero tienen que operar. Así, a punta de bisturí, comienzan a abrir al Señor Cuántico por todos lados, suplicando por encontrar cualquier tipo de hemorragia, rotura o mal mayor. En estas, el Señor Cuántico desaparece. Ya no está en el quirófano. Los doctores, aliviados por librarse del muerto, deciden ir a tomarse el tercer café de la mañana. Allí, entre las tortillas, encuentran al Señor Cuántico medio gangrenado.
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