El Señor Cuántico es conducido a los tribunales donde será juzgado. Se le acusa de ladronicio, de madre pesada y de, a través de esta última, incitar a un agente al suicidio, que no se pudo culminar gracias a que la pistola le había desaparecido de su funda y aparecido "Dios sabe dónde". El Señor Cuántico mira a su alrededor. Escapar del furgón es tarea prácticamente imposible. Está blindado y hay siete policias apuntándole con sus respectivas armas. Solo un milagro cuántico le podría sacar de allí. Y si antes lo piensa, antes ocurre. En un instante, el Señor Cuántico se vió en la calle. Libre. Pero tan mal situado, que el propio furgón que lo conducía ante la justicia, se lo llevó por delante.
"Otra vez que lo ha hecho. Si es que no sé a quién ha salido este hijo mío."
"Otra vez que lo ha hecho. Si es que no sé a quién ha salido este hijo mío."
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