El Doctor Humberto ha sido el médico del Señor Cuántico desde que este era niño. Al enterarse del accidente, ha acudido rápidamente al hospital para hacerse cargo de todo. Él solo, ha operado y reformado todos los daños que el Señor Cuántico había sufrido en el accidente, cuidándose de que ningún órgano se duplicara o desapareciera de su cuerpo. El Dr. Humberto es la única persona conocida que ha sido capaz de controlar mínimamente el caos físico del Señor Cuántico. Aun recuerda la primera vez que conoció a su paciente hace ya más de 30 años.
"Recién me había licenciado en medicina, cuando un día vino una madre histérica con un niño en brazos. No entendí nada de lo que decía la mujer. O bien hablaba muy rápido y mal, o bien estaba ante un insólito caso de lenguaje cuántico. Lamentáblemente no pude analizar a la mujer, porque el niño no hacía más que quejarse. Después de un breve chequeo, me di cuenta de que el niño tenía el apéndice inflamado y que debía operarle a más no tardar. La operación fue un éxito. Como esperaba. Pero al despertar, el niño seguía quejándose que le dolía la tripa. Por alguna misteriosa razón, los síntomas de la apendicitis seguían presentes en él. Un nuevo chequeo me hizo darme cuenta de que había otro apéndice, pero en su lado izquierdo. Tuve que volver a extirparle el apéndice esa y otras dos veces más, porque cada vez que le cerraba, el apéndice se volvía a aparecer dentro del niño. Fue una noche muy larga. Me terminé dos botellas de whisky entre las cuatro operaciones. Finalmente, conseguí estabilizar al niño."
"Recién me había licenciado en medicina, cuando un día vino una madre histérica con un niño en brazos. No entendí nada de lo que decía la mujer. O bien hablaba muy rápido y mal, o bien estaba ante un insólito caso de lenguaje cuántico. Lamentáblemente no pude analizar a la mujer, porque el niño no hacía más que quejarse. Después de un breve chequeo, me di cuenta de que el niño tenía el apéndice inflamado y que debía operarle a más no tardar. La operación fue un éxito. Como esperaba. Pero al despertar, el niño seguía quejándose que le dolía la tripa. Por alguna misteriosa razón, los síntomas de la apendicitis seguían presentes en él. Un nuevo chequeo me hizo darme cuenta de que había otro apéndice, pero en su lado izquierdo. Tuve que volver a extirparle el apéndice esa y otras dos veces más, porque cada vez que le cerraba, el apéndice se volvía a aparecer dentro del niño. Fue una noche muy larga. Me terminé dos botellas de whisky entre las cuatro operaciones. Finalmente, conseguí estabilizar al niño."
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