"Si bien los testimonios recogidos en esta sala no han tenido nada que ver con la acusación aquí impuesta, me veo en la obligación, según las leyes eternas e inmutables de la naturaleza que rigen este mundo, de condenar al acusado para toda la eternidad a primero: no poder beber cuando tenga sed. Segundo: a no poder rascarse cuando le pique. Y un tercero:a sostener el peso de los cielos a sus espaldas, mientras hace malabares atado a una rueda de fuego. Así habrá de ser una vez cerrada la sentencia".
La juez, ante la espectación general, levanta su mazo para concluir el juicio. A escasos centímetros del fin, el Señor Cuántico desparece de la silla del acusado y aparece, en su lugar, una persona aleatoria que se encontraba sentada entre el público. La juez, que cuánticamente se ha duplicado, golpea el mazo dando por doblemente sellada la sentencia. La gente aplaude, insulta y escupe a la cara del inocente personaje. La policía, aprovechando la algarabía del público, saca las cachiporras y empieza a repartir leña mientras se llevan al desafortunado individuo hundido en cadenas. Nadie mira al Señor Cuántico que se encuentra en el asiento donde se encontraba anteriormente el anónimo e inesperado salvador de su pellejo.
La juez, ante la espectación general, levanta su mazo para concluir el juicio. A escasos centímetros del fin, el Señor Cuántico desparece de la silla del acusado y aparece, en su lugar, una persona aleatoria que se encontraba sentada entre el público. La juez, que cuánticamente se ha duplicado, golpea el mazo dando por doblemente sellada la sentencia. La gente aplaude, insulta y escupe a la cara del inocente personaje. La policía, aprovechando la algarabía del público, saca las cachiporras y empieza a repartir leña mientras se llevan al desafortunado individuo hundido en cadenas. Nadie mira al Señor Cuántico que se encuentra en el asiento donde se encontraba anteriormente el anónimo e inesperado salvador de su pellejo.
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