Los pasos de cebra. En sus inicios, realmente se ponía una cebra muerta para que la gente pasara de una acera a otra. Luego, al ver que con el paso de los días se descomponía y olía, se decidió que no se podían poner más animales muertos en las calles y que los pasos de cebra habría que pintarlos. Cinco siglos de tradición al garete.
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