Son las dos de la madrugada y por tercera vez en una misma semana, el whisky ha desaparecido de su botella. El Señor Cuántico sospecha que el susodicho líquido va a parar al cuenco del gato del vecino del ático, que si ya era torpe y tonto de por sí, ahora, cuando se cae del techo, en vez de caer de pie se pega un ostión.
Necesitado de alcohol, el Señor Cuántico baja rápidamente al Mercadona de la esquina (abierto 24 horas la día para hacer competencia a los chinos que no duermen nunca) y se hace con seis botellas como medida preventiva ante posibles futuras desapariciones. A la hora de pagar se encuentra que por delante en caja se encuentra la venerable señora Curie. "Si es que el gato me lleva maullando toda la noche, porque resulta que no le he dado de cenar y he tenido que bajar aquí rápido a comprarle las "whiskas" y de paso me he pillado una botella de anís para la mesilla de noche, que la que tengo en casa ya casi se ha terminado ¿sabes? A mi no me gusta meter la dentadura en agua del grifo, que lleva muchos microbios hijo mío. A ver si quiere el cielo que le pueda pagar a esta señorita".
Lo que en un principio se antojaba como una rápida expedición de ida y vuelta a casa, se va convirtiendo en una soporífera sucesión de batallitas. El Señor Cuántico termina por pedir a la anciana que pague de una vez que quiere irse a casa a ver la teletienda, pero ella le dice que se ha olvidado el monedero en casa y que está esperando a que la cuántica le haga aparecer dinero en los bolsillos del pijama. "¿Qué le voy a decir al General Bischoff si vuelvo sin sus "whiskas? Ya que he venido aquí no me voy a ir con las manos vacías. Ya me han aparecido tres céntimos en tres horas. Y además esta señorita lo entiende ¿verdad?". Y sonríe a la cajera. La sonríe mientras la mira fijamente a los ojos. Intimidándola. Advirtiéndola con la mirada que no se la ocurra decir nada.
Necesitado de alcohol, el Señor Cuántico baja rápidamente al Mercadona de la esquina (abierto 24 horas la día para hacer competencia a los chinos que no duermen nunca) y se hace con seis botellas como medida preventiva ante posibles futuras desapariciones. A la hora de pagar se encuentra que por delante en caja se encuentra la venerable señora Curie. "Si es que el gato me lleva maullando toda la noche, porque resulta que no le he dado de cenar y he tenido que bajar aquí rápido a comprarle las "whiskas" y de paso me he pillado una botella de anís para la mesilla de noche, que la que tengo en casa ya casi se ha terminado ¿sabes? A mi no me gusta meter la dentadura en agua del grifo, que lleva muchos microbios hijo mío. A ver si quiere el cielo que le pueda pagar a esta señorita".
Lo que en un principio se antojaba como una rápida expedición de ida y vuelta a casa, se va convirtiendo en una soporífera sucesión de batallitas. El Señor Cuántico termina por pedir a la anciana que pague de una vez que quiere irse a casa a ver la teletienda, pero ella le dice que se ha olvidado el monedero en casa y que está esperando a que la cuántica le haga aparecer dinero en los bolsillos del pijama. "¿Qué le voy a decir al General Bischoff si vuelvo sin sus "whiskas? Ya que he venido aquí no me voy a ir con las manos vacías. Ya me han aparecido tres céntimos en tres horas. Y además esta señorita lo entiende ¿verdad?". Y sonríe a la cajera. La sonríe mientras la mira fijamente a los ojos. Intimidándola. Advirtiéndola con la mirada que no se la ocurra decir nada.
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