Recuerda con nostalgia el Señor Cuántico cómo su madre, allá cuando no levantaba apenas tres palmos del suelos, no le dejaba levantarse de la silla sin terminar la sopa. El problema no es que no le gustara, o que no tuviera hambre, el problema residía en que la sopa se duplicaba a cada cucharada y no se terminaba nunca. Lo que el Señor Cuántico no recuerda con tanta nostalgia, es como su jefe, tal y como hacía su madre, le impedía volver a casa hasta que no terminara de comerse el bocadillo del almuerzo. Bocadillo, que por muchos bocados que pegara, siempre mantenía el mismo tamaño.
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