El Señor Cuántico se encuentra profúndamente dormido, cuando en mitad de la madrugada, suena el teléfono. Moviéndose pesádamente, como si llevara catorce atmósferas encima suyo, consigue, diez minutos después, alcanzar el aparato. Es el Doctor Humberto: "Es imprescindible que venga ahora mismo al hospital, tenemos a su mujer aquí". Impasible, pues el poder de sueño es inquebrantable, el Señor Cuántico coge el coche y conduce hasta el centro médico. Allí, el Doctor Humberto le recibe y le lleva a una habitación donde está su mujer con un bebé en los brazos. "Al principio parecía que iba a ser un niño, pero durante el parto, se produjeron algunos desajustes cuánticos entre todas las mujeres parturientas y al final, todos los recién nacidos se acabaron mezclando, así que ahora eres padre de una niña". El Señor Cuántico, aun bajo los efectos de la modorra, gruñe algo inteligible a lo que su mujer responde: "¿Te acuerdas de ese día cuando las pelotas se te quedaron del tamaño de dos canicas? Pues bien, digamos que todo el contenido quedó alojado dentro de mi útero. Y el resto, biología es".
El Señor Cuántico dice que necesita un Irlandés pero sin el café.
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